Mañana
Notaba cada una de sus costillas reposando en el rígido respaldo de su silla mientras apuraba lentamente su cigarrillo. Recostado, mal plegado, estaba seguro de que tantos años de mala postura no iban a tardar mucho tiempo en pasarle factura. La natación sólo sería una huída hacia adelante. De fondo oía las voces que vomitaba el televisor. Rara vez hacía caso de él, del "generador de basura" y "apalanador de encefalogramas", como solía llamarlo, pero su primera acción siempre, siempre que entraba en casa era "darle al on". Fría compañía, pero compañía al fin y al cabo.
El calor de julio le quitaba las ganas de todo y el cansancio ganado a pulso por meses de falta de sueño le abotargaba las meninges. La cerveza tampoco ayudaba mucho en su esfuerzo de aclarar pensamientos, sacar punta a sus ideas o enlazar, al menos, un par de razonamientos coherentes.
Nada. Rendido ante la evidencia, decidió pasar a la postura horizontal. Su resabiado jergón le recibió con una incómoda hospitalidad. Sobre su mesilla, el libro que empezó meses atrás le aguardaba con la desgastada esperanza del impenitente jugador de lotería, consciente de que hoy tampoco le tocaba. Lo miró de reojillo y pensó "mañana..."
Cerró los ojos y comenzó a vislumbrar los seres que habitan en el mágico territorio que se extiende desde la vigilia hasta el sueño, lejos de la jurisdicción de la policía del consciente, donde los amanuenses de la memoria todavía son capaces de registrar, en renglones imposibles, las andanzas de sus moradores.
Una noche más, empezó su viaje.
El calor de julio le quitaba las ganas de todo y el cansancio ganado a pulso por meses de falta de sueño le abotargaba las meninges. La cerveza tampoco ayudaba mucho en su esfuerzo de aclarar pensamientos, sacar punta a sus ideas o enlazar, al menos, un par de razonamientos coherentes.
Nada. Rendido ante la evidencia, decidió pasar a la postura horizontal. Su resabiado jergón le recibió con una incómoda hospitalidad. Sobre su mesilla, el libro que empezó meses atrás le aguardaba con la desgastada esperanza del impenitente jugador de lotería, consciente de que hoy tampoco le tocaba. Lo miró de reojillo y pensó "mañana..."
Cerró los ojos y comenzó a vislumbrar los seres que habitan en el mágico territorio que se extiende desde la vigilia hasta el sueño, lejos de la jurisdicción de la policía del consciente, donde los amanuenses de la memoria todavía son capaces de registrar, en renglones imposibles, las andanzas de sus moradores.
Una noche más, empezó su viaje.
1 Al habla:
Esa es uno de los pocos territorios que quedan por explorar. Territorio acotado solo para disfrute o tortura de aquellos que no tubieron mas remedio que encontrarlo.
Un abrazo.
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