Un mes
Hace un par de días, cuando tenía la cabeza en no sé qué pensamientos, caí en la cuenta de que ya había pasado más de un mes de mi "tsunami" particular. A veces me da miedo ver lo rápido que pasa el tiempo. Tengo la sensación de que se me escapa, se escurre entre mis dedos y no puedo hacer nada para frenarlo. No puedo evitar el recuerdo de los veranos de mi infancia, en que las tardes calurosas, de piscina, bocadillo y bicicleta se hacían interminables y los días parecían eternos, infinitos. Vértigo. Sí, eso es. Vértigo.
Sólo llego a una conclusión: tengo que aprovecharlo. Aprovechar este momento, este día, esta semana... Crear un presente para poder, al menos, recordarlo con añoranza en un futuro. Una inversión, como las de la bolsa.
Pues sí, ya ha pasado más de un mes. Un mes desde que vi como todo se derrumbaba, se caía, desde que mi fortuna se empeñó en decirme negro cuando yo había decidido jugar todo al rojo. Un mes desde que empecé a escribir.
Muchos me dijeron que el tiempo lo curaba todo. Es cierto, el tiempo se ha encargado de echar capas de polvo sobre mis sentimientos de entonces. Hay varias capas, más de cinco, quizá más de diez, pero de momento sólo es polvo, polvo que una ventolera inoportuna puede levantar y dejar todo al descubierto.
En cierto modo me disgusta la idea de ver que algo que sentí de forma tan intensa se vaya apagando con esta celeridad. ¿Soy yo así de banal?. Por otro lado, por el de simple supervivencia, me alegro de que así sea.
Ahora veo que me estoy librando de unas cadenas que yo mismo cree. Me estoy encontrando otra vez, me reconozco y ¿por qué no decirlo? ¡hasta me gusta como soy! He descubierto que soy capaz de alzar la mirada después de estamparme contra el más duro de mis suelos.
Y ya no tengo miedo a caerme.
Sólo llego a una conclusión: tengo que aprovecharlo. Aprovechar este momento, este día, esta semana... Crear un presente para poder, al menos, recordarlo con añoranza en un futuro. Una inversión, como las de la bolsa.
Pues sí, ya ha pasado más de un mes. Un mes desde que vi como todo se derrumbaba, se caía, desde que mi fortuna se empeñó en decirme negro cuando yo había decidido jugar todo al rojo. Un mes desde que empecé a escribir.
Muchos me dijeron que el tiempo lo curaba todo. Es cierto, el tiempo se ha encargado de echar capas de polvo sobre mis sentimientos de entonces. Hay varias capas, más de cinco, quizá más de diez, pero de momento sólo es polvo, polvo que una ventolera inoportuna puede levantar y dejar todo al descubierto.
En cierto modo me disgusta la idea de ver que algo que sentí de forma tan intensa se vaya apagando con esta celeridad. ¿Soy yo así de banal?. Por otro lado, por el de simple supervivencia, me alegro de que así sea.
Ahora veo que me estoy librando de unas cadenas que yo mismo cree. Me estoy encontrando otra vez, me reconozco y ¿por qué no decirlo? ¡hasta me gusta como soy! He descubierto que soy capaz de alzar la mirada después de estamparme contra el más duro de mis suelos.
Y ya no tengo miedo a caerme.